Podría ser la historia de cualquier chaval de 16 años ilusionado por tocar algún día en una banda de rock.
Alucinado por los efluvios guitarreros que surgen de los instrumentos de sus recién descubiertos héroes, decide tomar clases de guitarra en una nueva academia orientada específicamente a ese mundo.
Su primer profesor resulta ser uno de los guitarristas de un grupo del que tiene disco. El guitarra en cuestión tiene un feeling tremendo tocando blues y resulta ser un tío enrrollado con el que aprender resulta agradable.
Mientras, por las instalaciones de aquella academia van desfilando músicos de diversos grupos que hacen que nuestro protagonista se encuentre en una nube.
Para el siguiente curso tiene un profesor experimentado y un tanto acelerado con el que también se siente bien aprendiendo.
Un buen día, concretamente en semana santa, hay una recuperación de una clase perdida.
El bullicio habitual de la academia se convierte en una paz absoluta únicamente perturbada por el titubeante golpeo de púas de unos principiantes.
En ese momento llaman a la puerta de entrada. El profesor se levanta, abre la puerta y ante la mirada atónita de aquellos aprendices de guitar heroes, aparecen los 4 componentes de un grupo mas que consagrado que han quedado para ensayar su nuevo disco, aún sin editar, en una de las salas de ensayo.
Los alumnos intentan, sin éxito debido a la discreción del profesor, convencer al docente de que les permita acercarse a la puerta cerrada de la habitación donde ensayan.
Misión imposible, termina la clase y cada cual desfila a su casa.
Ahora imaginaos que la academia era el Rockservatorio, el segundo profesor Kelly Freire, habitual colaborador de Asfalto, el profe que abrió la puerta, Daniel Henestrosa, guitarrista uruguayo de Rosa Negra, el grupo, Barón Rojo, a punto de editar En un lugar de la marcha, y, evidentemete, uno de los alumnos era yo.
That's rock & roll.
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