El 4 de noviembre era la fecha señalada para una nueva cita con un artista que levanta pasiones.
Ramoncín volvía a actuar en su ciudad, Madrid, después de un show en Barcelona que es como su segunda casa.
No había motivo aparente para este concierto. No hay disco nuevo, ni gira, ni otra circunstancia que lo provocase. Simplemente era la ocasión de volver a escuchar algunos temas que con el paso del tiempo se han convertido en verdaderos clásicos del rock nacional.
En una sala Barceló, que se ha convertido en un templo para Ramón, y con una audiencia que casi llenaba el recinto (no estaba lleno del todo, por lo que se pudo disfrutar con cierta holgura) salía a las 9 en punto, hora programada la banda, seguida de Ramoncín, que fue recibido como una especie de héroe.
Decir que el público estaba entregado es poco. Él se jacta de tener un público muy fiel y lleva toda la razón. Que yo recuerde, nunca había visto tanta sintonía entre un artista y su masa de seguidores. El espacio de los espectadores se convirtió en las canciones más emblemáticas del artista en una prolongación del escenario, con una multitud de voces coreando dichos temas.
Con “Ángel de cuero” dio comienzo a un show sin desperdicio, muy bien planificado, en el que sabe que poniendo tal tema en tal sitio va a mantener el ritmo del concierto en un nivel muy alto durante todo el show.
Al poco de empezar, atacaron “Putney bridge”, uno de los mayores clásicos y una de mis favoritas, coreada hasta la extenuación por todos los allí presentes.
El sonido fue perfecto. Yo estaba al lado de la mesa de mezclas y el trabajo del responsable de ello fue muy bueno.
La banda estuvo espectacular, cada uno en su lugar, cumpliendo a la perfección su cometido, ocupando un segundo plano cuando les correspondía y saltando al frente del escenario en sus momentos de lucimiento, que fueron unos cuantos. Ramoncín no es uno de esos artistas que lleva meros acompañantes y la complicidad con ellos se ve reflejada en miradas y momentos improvisados en los que un artista tiene que reaccionar al instante.
Esta vez, a pesar de ir de cronista de la velada, me dediqué a disfrutar del show (cosa que no puedo hacer habitualmente por la obligación que me autoimpongo), por lo que no me acuerdo exactamente en qué orden tocó las canciones ni todas las que tocó. Hizo un repaso de todos sus hits singles, que no son pocos. Especialmente sonadas fueron las interpretaciones de “Estamos desesperados”, “Cuerpos calientes” o “Como un susurro”.
“La chica de la puerta 16” se la dedicó a todas esas mujeres que han fallecido a manos de sus parejas este año, cosa que levantó un estruendoso aplauso a modo de homenaje.
Y así, siguió el concierto que finalizó con la inevitable “Hormigón, mujeres y alcohol” coreada como se merece, como un auténtico clásico.
De Ramoncín se ha hablado mucho, pero no creo que nadie pueda poner un pero a su carrera musical, ni que no se merezca este público, al que él mima al máximo y eso la gente lo agradece.
Fueron dos horas de lo más agradable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario